Andrés Szychowski. Hormigas (fragmentos)

 

primera hora de la orquídea

 

Lo dijo Ludwing Feuerbach hacia fines del siglo XVIII: uno es lo que come.  

Montecarlo, capital de la orquídea. Uno de los laberintos más grandes de Sudamérica. 1715 metros de ligustrina, dos caminos, 510 esquinas ciegas, una salida. El principal atractivo turístico de la zona sufre un ataque de hormigas mineras. Se duda de que se pueda recuperar su dibujo hasta tanto los insectos sean controlados. El gobierno provincial llama al museo y la directora les da mi número. Me parece natural aceptar/ me parece irregular aceptar.

Me mudo a Montecarlo con mi familia (Boris no tiene familia, salvo Presa, su perro).

Estoy loco y no tiene nada de malo. ¿Por qué escribo así, como en una distancia que se dispara para cualquier lado? Siento que el laberinto se trasladó al hormiguero (sus hojas fermentan el hongo que las alimentará). Traje el formicario para observarlas una vez que las atrape.

Aeropuerto Internacional Cataratas del Iguazú, 8.30 am.

Alud de mosquitos.

Temperatura indocumentada.

 

 

hora tres de la orquídea

 

En Montecarlo me recibe la comisión

y un delegado de la Intendencia

Quieren mostrarme, sin preámbulos, el plano

Me niego porque no necesito ningún plano;

todo laberinto, desde la Antigüedad,

es la proyección del sistema límbico: el deseo

Nadie festeja la alocución salvo el delegado

El laberinto tiene dos arterias principales:

Dyaguá-eté (verdadera fiera)

y Mamboretá (tatadiós o mantis)

En cada esquina ciega

aparece una palabra en guaraní

Quiero sacarle una foto

pero dejé el celular en el hotel

Luego me conducen al parque, subimos al mirador,

y desde una altura de cuarenta y ocho metros

observo las tres hectáreas de ligustrina maltrecha

rodeadas por una oscura selva subtropical

A unos dos kilómetros observo

un banco de neblina

que se eleva y decanta

formando una suerte

de hongo exterminador

“Es un salto de agua”, explica el delegado

En el plano la salida está borroneada

 

 

Hombre mirando al sudeste

 

Un hombre que dice ser un holograma

dirige una orquesta

y hace bailar a todo un manicomio

a cincuenta kilómetros de distancia

¿Cómo es posible?

Las sustancias químicas

que le dan sustentabilidad al conjunto

se reagrupan

y generan otra entidad:

una nueva categoría psiquiátrica,

la confirmación de que un pájaro vuela

porque adentro se oculta otro pájaro

Nada original:

ya se inventó el dispositivo que jugaba al ajedrez

(un hombrecito, escondido, movía las piezas)

Nada original:

se sabe que para ser director de orquesta

hay que estar potencialmente loco

(la cuerda entre los ojos levemente tensada)

y que para dejar de matar

basta con que se cruce un caracol

entre objetivo y mirilla

(el ruido del mar

es girar sobre uno mismo:

apuntarse a la cara,

reconocerse en un cuerpo fuera de foco,

levísimo, como de ave)

Otra película que me hubiese gustado filmar:

un primer plano

de una mantis religiosa

comiéndose un canario

El canario sería la mano disfrazada

de un actor de renombre,

pongamos, Jean-Louis Trintignant,

del que me haría compañero de copas

Y todo para que me pases a buscar en taxi

(a Trintignant, la mantis,

al hombrecito y a mí), sobre el empedrado,

en una tarde lluviosa

 

 

El mar

 

Escucho que alguien me habla sobre alguien

Le contesto sobre esa persona,

la cual conversa, a su vez, con alguien

que habla sobre alguien

que le responde

y le contesta y le responde

La cadena no es absurda

porque los extremos se tocan

y todo sucede en la misma casa, a la misma hora

Media hora antes habíamos compartido la mesa,

ingerido el pavo adulterado

Alguien dijo que lo absurdo

y, por ende, trágico

o verdadero

es el punto de no retorno

que cada uno tiene

y casi siempre ignora

Se invitó a que cada quien dijese el suyo

pero sólo hubo silencio,

un silencio que nos hizo ver

que realmente estábamos solos

Luego aludí al hecho de contemplar el mar

cuando está planchado

porque es una masa de agua grotesca

que no debería estar ahí

en tanto matriz ilusoria

 

 

El profesor

 

En un libro perturbador,

Souriau dice que los insectos

tienen un sentido estético

desarrollado. Y lo prueba.

Lo demuestra a lo largo de todo un semestre

Tanto en su seminario de Lyon

como en las escalinatas de la Sorbona

Se comenta que el argumento

más escandaloso, pero convincente,

se expuso en un estado de completa ebriedad

Que una discusión con un alumno

terminó en un forcejeo

No lo podían contener

cuando el joven aplastó

-se disputaban el amor

por la vestuarista

del Teatro de la Huchette-

una hormiga, en plena clase

 

 

Las cuerdas

 

El director de un manicomio

se vuelve loco

y es desplazado de su cargo

Un interno consigue el alta, estudia medicina

y gana el concurso

para el puesto de director

de la misma institución

Si logramos detener el vaivén de las cuerdas

en un punto a determinar,

observaremos a un sujeto

poniéndose saco y corbata

y a otro, al que cubren

con un guardapolvo gris, mal planchado

Podríamos ir un poco más allá

e imaginar que esas dos prendas

se mudan de un cuerpo a otro

(sin intermediarios)

mientras un pájaro mal dormido

al que se le ven las tripas

ocupa la distancia entre nosotros

 

 

 

Imagen: Jeff Olsson

 

 

 

Publicado originalmente por Volcán de agua, editorial artesanal independiente y autogestiva de poesía, artes visuales y música. Algunos de sus próximos títulos: Pianista acompañante, de Eduardo Rezzano y Ciudad huevo, de Horacio Fiebelkorn. Además de libros artesanales y fanzines, cuentan con una colección itinerante de creación colectiva, libros ideados en bibliotecas populares en los que participan autores y lectores. 

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