El profesor Popjie. Gerardo Horta

 

El profesor Popjie

Decidió construir un cyborg

No la tarea más encomiable
quizá

Descartó el orgánico
y pestilente
sistema nervioso central
por microcircuitos y cable enrollado
apostando por su mayor competencia

Su algoritmo
estimaba el profesor
superaba al diseño divino
y lo volvía obsoleto
así que buscó espacio en el ataúd
que yace bajo 2 toneladas de escombro
y depositó los sesos

Los ojos, orejas y estómago
se apilaron encima de la demás carne
y otros pellejos
de la contribución humana
al aparato del profesor

Se inclinó por conservar el fémur
más por cobarde que por ingeniería
igual que el húmero
y parte del espinazo
(y así se agració con el creador)

El resultado
pues
es silicio y titanio
y calcio (que servirá como transición incremental
recomendada en la avenida Madison)

 

 

De aquí no me muevo

Hoy te casas con una millonaria,
mañana te muerde una cascabel.

Los palillos chinos
se van a esparcir en la mesa
como siempre,
e igual que nunca.

Los esotéricos,
carroñeros de almas,
le acreditarán el resultado
a su tótem de confianza.

Pero cuando cae la guillotina,
lo peor ya pasó.
Morir no duele.

Y no lo digo yo,
fue el señor Epicuro,
o tal vez algún sofista
queriendo impresionar
a alguien sin su suerte.

¿Entonces lo peor es esto, ahora?
Algo así.
Pero siempre será ahora.
El señor da, el señor quita.

En realidad
la culpa del presente
la tiene el futuro.
Ese que solamente
dispara hacia atrás.

Y nosotros vamos
en estampida
recibiendo flechazos
que rozan nuestras orejas.

Como polillas al farol,
como comunistas al presupuesto.
Y no es un error,
es un atributo.

En un sueño
me confesó Zenón,
que ni cuando es bueno
es tan bueno,
ni cuando es malo
es tan malo.