La colina de la espera
Un hombre salió con destino a Chu
y no regresó.
Desde entonces
su mujer trepó la colina por donde partió
con la esperanza de
verlo una vez más.
Al principio creyó que su demora
se debía a que encontró
con viejos compañeros de viaje
o un gran río de cerveza.
Poco a poco las cosas fueron empeorando.
La idea de una excursión de burdeles
invadía su cabeza de rabia
pero
tal vez pudo caer en un pozo de fuego
se decía
o su cabeza
fue arrancada por un dragón xenofóbico
al cruzar las fronteras de un país desconocido
y se lamentaba.
Los años pasaron
sus hijos crecieron
empezó a caérsele el pelo
pero su ritual
no terminó.
Todos los días trepaba a la cima de la colina
hasta que un día
muy anciana
cayó dormida sobre la alfombra de tierra
y se convirtió en un promontorio de rocas.
La leyenda dice que tal hora
tal día
la colina se alza y lanza un aullido
similar al de un lobo
que eructa los esqueletos
que ha engullido durante el día
en forma de nubarrones grises.
Pero esto último es algo incierto
la colina existe y si la vieras
notarías que parece una gran pila de huesos.
He visto al hombre del río
Solo como una caja registradora
después de un asalto.
Inútil vacío sin dinero.
Postes derribados por autos a 100 km/h.
Alguien pretende desplumar un espantapájaros
con un taser.
Atizas dos cometas de un tiro
su cuerpo cae disuelto
y deja amarillo el río.
Piensas en la fascinación
por el borde de los edificios
la música que oyen en su mente los ahogados.
He visto al hombre del río.
Los zapatos dispersos en el fango
peces que de un día a otro
encuentras boca arriba en la pecera
y arrojas a la basura.
Imagen: Lu Liang