
Fiebre
desde Carlos Vicente Castro
Hay una voltereta después de la cual uno queda mareado, aturdido. Aparentemente, todo sigue igual: la nevera y sus contenidos, los interruptores de luz, el gato. La cama destendida. El sol alumbra igual pero el rayo llega cortado, como filtrado por parotas de enormes brazos. Correr. Pero, ¿a dónde? Retumban acordes menores entre las paredes del cráneo, hay una posibilidad de salto, un risco. La noche muerde con fuerza de lobo. El teléfono silba su canción, llama desde el buró. Huele a quemado. Busco el letrero de salida de emergencia, pero encuentro trastes sucios y la tele encendida en mute. ¿Quién es esto? ¿Soy yo?
Caravanas
desde Jotaele Andrade
Al principio, fue lumbre, intemperie, sueños condensados de argamasa, el miedo en cada loma y vadeo, el milagro del día siguiente: el Sol. Hubo el repercutir que acompasaba y esa necesidad absurda de protección: ahí estaba la Madre. Hubo caminatas octogenarias y caravanas, hambruna que silenciaba, escasez de leche. Mas luego trazamos en el polvo el mapa de la felicidad, a la vera del río, el valle al amparo de los cerros, el benemérito de los dioses. Y hubo, entonces, fecunda tierra, mitos, un linaje, rituales que proporcionaron serenidad. Creímos que así debía ser y nos vestimos, nos adornamos la cabeza con piedras brillantes. Brillamos tanto que perdimos de vista el sol, y todo lo demás: nos convertimos en lumbre errante. Convertimos todo en ceniza. Y recién entonces lo entendimos, pudimos verlo: habíamos estado dando vueltas en círculos. Incrédulos, tropezamos. Y caímos de bruces sobre nuestros huesos ya calcinados.
Eucaristía
desde Jimmy Barrios
eucaristía y ambigüedad: nos alimentan, sencillamente, con metadatos: mentiras biológicas: propensión a partir: el pastel en tercios como si algo fuera: a suceder después: ¿después?: valentía del estanque que se erige noche: dulce balada acordeonada al fondo: lumbre que resuella y refulge: digamos, a tono: carmesí es el espesor: abolidas las banderas: ¿habría nación?:
EL COLOR DE LA CIUDAD ES EL CEMENTO
que irrumpe se propaga y opaca
estrangula a los pocos árboles que asoman
indómitos
el cemento se evapora y
condensa
respiramos brea evaporada felices masticamos cemento crudo
los próceres de cemento revestido lloran desde sus pedestales
nuestros hijos ven cemento en las pantallas
piensan cemento pensamos cemento y así
la ciudad gana terreno
vivimos en cemento
y trabajamos por él
quedaremos sepultados por nuestro propio cemento bien ganado
y todo será del mismo color
ya no podremos distinguir
dónde queda luz
Imagen: Joan Fontcuberta
