Alan Vargas. Ayer me enteré que el oso había muerto

 

la historia comienza así:

un sujeto en un cuarto familiar

repasa una y otra vez

el patrón gráfico de su cerebro salpicado en la pared

 

una sandía

 

planteamiento del problema:

una mujer de edad madura

le habla con cariño a un ave

como si fuera un hijo

un nieto

o un sobrino cuando menos

 

clímax:

el sujeto se amarra una corbata de forma sospechosa

 

desenlace:

la historia comienza así:

un par de adolescentes copulan

 

*

 

correr contra la pared

 

esa sensación

de un parpadeo arrítmico en la ceja

 

ayer me enteré que el oso había muerto

cuando lo encontramos estaba hundido en una zanja

llevaba un día sin vida

su boca hervía de insectos

 

se infló y se infló y no daba ternura

daba asco

 

me aterran las paredes rústicas

no puedo ni pensar en mi piel acariciando la textura

presiento una pared de acabado mate

la infinita tranquilidad de una pared blanca

 

tomar vuelo

levantar la cabeza

pegar la carrera

 

encontrar la pared de pronto

 

*

 

ver videos y fumar opio

 

sentarse perplejo frente una pantalla

fumar opio

ver videos en youtube

observar por la ventana la lluvia

el agua sube en la costa de la banqueta

un hombre

guarecido en la parada del camión

atrapado en una isla en medio del torrente que es la calle

el nilo

el hombre y la terrible tragedia cotidiana

 

reír reír

respirar reír

fumar opio

opio

apio

 

*

 

hey hunter
¿ves las luces en la noche?

¿me ves llegar medio muerto
extraviado en resplandores y dunas?

tus ojos de gato
especialista en sombras

hey hunter

se trata de las pupilas
deben ser grandes ¿verdad?
para abrazar la luz

es que déjame decirte
hunter
nací medio muerto

 

*

 

las cosas se han puesto raras últimamente

ayer G me escribió para preguntarme por el muñeco de peluche que me hizo

no sé qué pasó con él, le dije

 

lo rompiste, arrebató

lo despedazaste comenzando por la cola

le sacaste el relleno

pero no lo quemaste

 

anhelar el tiempo en que fuimos jóvenes

jóvenes de verdad

cuando sentíamos que la vida era una autopista al frente

y el disparo de salida no había quebrado el aire

 

no hay historia que contar

el tiempo, con el tiempo, se deshoja

como uvas sin racimo al fondo de una palangana

 

la sensación fría de estar parado

detrás de una línea de cocaína

sin conocer el mundo

 

 

 

Del libro Vías respiratorias, de próxima aparición.

 

Alan Vargas Mariscal (Oaxaca, 1992). Editor y escritor. Ha publicado Rorschach (Cuatro triángulos, 2018), Código fiscal (Edición de autor, 2016), Poesía mexicana (Elefanta ediciones, 2015, II Premio Nacional de Poesía Joven Alejandro Aura-Secretaría de Cultura de la CDMX) y Migrar a unomismo (edición de autor, 2014, primera edición, luz & sonido/FONCA, 2017, segunda edición; mención honorífica en el I Premio Nacional de Poesía en Voz Alta-Casa del Lago, UNAM, 2015).

 

 

 

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