El filo del tiempo
I
Llevo semanas siendo
un nómada involuntario,
los días se han vuelto
pesados
y lentos.
“¿El mundo se congela mientras duermes?”
me pregunto cuando
estiro los brazos.
Charlé con Phytia,
una esteatita gigante.
Se quejó del polen,
los insectos y
los buitres que le generan comezón.
Me contó un poco
del pasado,
bailaba en las noches
con otras piedras:
granitos,
filitas,
sílices
y cuarzos.
“El mañana es una trampa,
un hoyo negro, una maraña
que se espesa en un árbol,
el presente una metáfora sofista.”
II
En la noche seguí
la luz de Orión,
me enredé en la neblina
y caí a un río,
nadé hasta la orilla,
pero la corriente
me dobló los brazos,
la angustia me llevaba
a la superficie y volvía a caer.
Una urraca me despertó
al picarme la nariz,
un cielo nublado ahuyentaba
el simulacro del sol,
caminé medio día
y me senté debajo de un ciprés.
“Los silencios son pulcros
con pan y vino”,
era el viejo de Atenas,
venía con sus perros
y grandes cántaros.
Le conté de mi aventura
y que casi
pierdo la vida,
éste reía y partía el pan,
daba un trago y
se tocaba el ombligo.
III
El canto del gallo
trajo un nuevo día.
Posaba mis manos en el fogón
y el viejo gritó:
“¡no tenemos todo el día!”
Partimos al río,
pescamos unas horas,
después prendimos la fogata,
las escamas saltaban
de las brasas.
Una delicia, sólo
faltó el vino.
“Es insoportable esto” le dije.
“Sí, hace falta vino” contestó.
“No, me refiero a este largo silencio,
este insoportable aburrimiento,
ese que moja las rocas y no se las lleva” insistí,
el viejo me vio a los ojos y
escupió las escamas.
“Muchacho,
no juegues a eso,
el tiempo es una espada muy filosa,
siempre lo he dicho:
y sí, los silencios son pulcros con pan y vino,
calla y mejor traga” concluyó.
IV
En mi sueño
me veo mirando a Orión,
dos estrellas chocan
y parten el cielo,
ese estruendo me despierta.
Abrí los ojos,
nada especial,
los perros seguían
moviendo la cola.
Agustín Villalpando nació en León en 1991.