Palabras del asesino
y después de hacerlo por décima vez
llegaré otra vez a un motel de paso
y pondré mi mano sobre el nuevo testamento
que recita y dicta leyes desde el mueble
y prometeré no hacerlo de nuevo
bajo ninguna circunstancia
y si en el próximo motel de paso
no predican como aquí el evangelio
pondré mi mano en la ventana
y pediré perdón mucho perdón a aquellas nubes
y prometeré detenerme en este punto
para ya no cometer tanto pecado
y si en el próximo motel de paso
no hay ventana que me lleve al cielo
pondré mi mano sobre la luz
y pediré perdón de corazón
pues habré aprendido de todos mis errores
y sólo buscaré propagar palabras de justicia
y si en el próximo motel de paso
no hay luz ni cielo ni palabras
querrá decir entonces que estoy preso
que mis manos esposadas podrán orar con libertad
espero me perdonen allá arriba
espero que el señor conozca este lugar perdido en Texas
Tejiendo en Laredo
Éramos yo y tres pobres viejas
al cruzar la frontera.
Éramos cuatro piltrafas, cuatro puños de lodo
al cruzar la frontera.
Cloto se quedó dormida en la catedral de San Agustín.
Tuvimos que abandonarla pues mi madre me enseñó que así es la vida.
Láquesis llorando por su hermana desbordó
las aguas del lago Casa Blanca,
ah que la fortuna de morir ahogada en lágrimas,
ah que la fortuna y el afán de morir tras los países.
Átropos sólo me veía con una rabia tranquila,
como de siglos y siglos,
con su mirada también diciendo:
mira estas tijeras llenas de polvo,
mira el hilo que mis hermanas han abandonado,
mira esta nueva tierra que no tiene nada para ti.
Qué viaje más largo, señor.
¿Dónde han quedado las migas para volver a casa?
¿Por qué se han oxidado estas tijeras aquí
precisamente?
Anochece en Laredo.
El amanecer se trata de seguir tejiendo.
Crónica de Santo Niño
O la vez
que tu abuelo decidió
enseñarte,
intentó enseñarte,
a no tenerle miedo a
aquellos hombres de la esquina
y tu abuelo pensó que sería fácil,
que sólo debía hablar con decisión,
tal vez bromear un poco con el aire
y empujar del hombro a los nuevos amigos,
pero tu abuelo ahora duerme en la acera
de la calle treinta y uno
arrullado por el canto de una 22
y el sol nunca lució peor para ti
como en esa ocasión
cuando su luz se escondía desconcertada
tras el cerro de la cruz.
Arturo Loera (Chihuahua, 1987) es autor de los libros El poema vacío (ICM/Conaculta, 2013), Cámara de Gesell (Praxis, 2013), La retórica del llanto (FETA, 2014) e Ídolos (Montea, 2017), de próxima aparición. Fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas, periodo 2013-2015. Recientemente fue acreedor al Premio Binacional de Poesía Pellicer – Frost 2017, por el conjunto de poemas titulado Un montón de piedras. A la fecha es becario del PECDA David Alfaro Siqueiros en la categoría Creadores con trayectoria y labora en la agencia de publicidad Folklore.